Famosos como David Beckham, Cristiano Ronaldo o Brad Pitt son referentes indiscutibles. Sus cortes y peinados han creado tendencia una y otra vez. Son leyendas vivas del estilo masculino, pero aquí hemos venido a hablaros de otro tipo de mitos capilares. Concretamente, los referidos a la caída del pelo que llevan entre nosotros desde hace años y, como todos los mitos, pecan de no ser rigurosamente coherentes con la verdad. No vamos a poner en entredicho a ninguno de los personajes mencionados, pero sí vamos a desmentir y aclarar varias fábulas de la “sabiduría popular” que hasta ahora dábamos por ciertas sin discusión. 

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El gen de la calvicie viene de la madre

Por muchas veces que tu madre te haya dicho “se te va a caer el pelo”, no es culpa suya. Está muy extendida la creencia de que el gen de la calvicie se hereda de la madre, pero se trata de una afirmación parcialmente incorrecta. Es cierto que el gen AR, que codifica para un receptor de andrógenos, proviene del cromosoma X. Dichos receptores son sensibles a hormonas como la testosterona y pueden potenciar la acción de la variante dihidrotestoterona, que debilita a los folículos pilosos. 

Sin embargo, la alopecia androgénica es un problema multifactorial en el que intervienen causas genéticas, hormonales y ambientales. Además del AR, varios genes más, de distinta procedencia, intervienen en su aparición. Los distintos niveles hormonales también afectan al desarrollo de la alopecia y, por último, está el papel que juegan los factores externos: el estrés, la alimentación, determinadas enfermedades o el tipo de actividad física, entre otros, influyen en la caída (o no) del pelo. En resumen, ni que tu padre sea calvo ni que lo sea tu abuelo materno son pruebas irrefutables de que tú también lo serás.

La calvicie es solo cosa de hombres

No, en este terreno los hombres tampoco tienen, aunque lo crean, el monopolio. La alopecia más común, que es la androgenética, afecta tanto a hombres como a mujeres. Eso sí, lo hace en distinta proporción y forma. Por un lado, es mucho más frecuente en hombres (hasta un 50% la padecen) que en mujeres (un más discreto 20% llegan a experimentarla). Por otro, en las mujeres se produce una pérdida general de pelo, sin ningún patrón concreto, que redunda en un aspecto general de cabello fino y sin volumen; mientras que la calvicie masculina se produce por zonas (entradas y coronilla, principalmente) y puede llegar a ser total.

En otros tipos de alopecia esta proporción cambia. Es el caso, por ejemplo, de la alopecia frontal fibrosante, que afecta principalmente a las mujeres, siendo muy minoritarios los casos masculinos. 

Tener mucha testosterona implica irremediablemente la caída del pelo

No vamos a negar que el exceso de testosterona tiene una justificada mala fama histórica, pero, en este caso, debemos matizar el mito. Como os contábamos en el primer apartado, uno de las principales responsables hormonales de la calvicie es la dihidrotestoterona. Esta es una forma de testosterona metabolizada por la enzima 5α-reductasa, mucho más potente. Los receptores androgénicos, que también mencionábamos son, a su vez, los que permiten un mayor o menor grado de acción de la dihidrotestosterona sobre los folículos pilosos. Asimismo, la alopecia suele aparecer en la etapa adulta, mientras que la cantidad de testosterona libre en el organismo disminuye con los años tras la pubertad. Por tanto, el nivel de testosterona no es el factor determinante del proceso, sino uno de los elementos que intervienen en el mismo. 

Lavarse mucho el pelo puede provocar la calvicie

No, la realidad es que la aversión a la ducha no puede sustentarse en este falso mito. Los champús actúan eliminando restos de sebo y suciedad del cuero cabelludo y el tronco del pelo, pero no afectan a la raíz ni al folículo (ni en un sentido negativo ni, lógicamente, tampoco positivo). Por tanto, ¿cuál es la frecuencia adecuada de lavado? Pues depende, básicamente, del tipo de cabello de cada uno. El de los hombres suele ser más graso que el de las mujeres, por lo que requiere un lavado más recurrente, ya sea en días alternos o a diario, si es necesario; así como una serie de cuidados específicos para cada tipo de cabello. 

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Cortarse o afeitarse el pelo puede ayudar a que este crezca más fuerte y grueso

Basándonos en la respuesta anterior, es fácil deducir que estamos ante otra afirmación sin fundamento científico. Cortar o rasurar el cabello, al igual que el champú, afecta al tronco del pelo, pero no a la raíz. En consecuencia, es una acción que no influye en el ciclo de crecimiento capilar. ¿De dónde procede esta falsa creencia? La explicación es sencilla: el pelo es más grueso en la base y, según va creciendo, se erosiona y vuelve más fino. Cuando cortamos el extremo, lo que nos queda es la base, cuyo mayor grosor inicial nos da la impresión errónea de que el pelo está creciendo más fuerte. 

El uso de sombreros, gorras o cascos fomentan la calvicie

Cuando empiezan a asomar las temidas entradas o el denostado “cartón”, una reacción habitual es querer taparlo con una gorra, sombrero o derivado. Pero, de repente, alguien nos dice eso de “usar gorra empeora la calvicie porque el pelo no respira” y nos sumimos en una dolorosa contradicción. ¿Ocultar la calvicie o empeorarla? ¿Qué hago? Pues bien, se trata de una dicotomía inexistente. El pelo no “respira”, no es una planta. El oxígeno y los nutrientes necesarios le llegan a través de la vascularización del cuero cabelludo. El potencial contrapunto negativo de los elementos que cubren la cabeza es que pueden contribuir a ensuciar antes el cabello por la acumulación de sudor. Por lo demás, no hay ningún problema en usar gorra; de hecho, es hasta recomendable para proteger al pelo del sol cuando este es intenso. 

No existe ningún tratamiento efectivo contra la calvicie

En este punto, lógicamente, nos vemos obligados a enfatizar un rotundo: “¡Eso es absolutamente falso, señoría!”. La alopecia androgénica no es “curable”, pero sí remediable. Dependiendo del grado de calvicie, se le puede poner freno, ralentizar la caída o, llegado el punto, revocar definitivamente. Desde las soluciones farmacológicas como el finasteride o el minoxidil (para bloquear la enzima 5α-reductasa y la circulación del cuero cabelludo, respectivamente), pasando por las microinyecciones de plasma enriquecido para potenciar y regenera el crecimiento capilar hasta llegar a la solución completa y definitiva, el injerto de pelo. 

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