En los últimos tiempos, la salud mental se ha convertido en un tema recurrente en la conversación pública. Cuestiones como los efectos psicológicos de la pandemia, el debate surgido en torno a los Juegos Olímpicos de Tokyo y la presión mental a la que se ven sometidos los deportistas, o la reciente propuesta de Ley de Salud Mental en España, entre otras, han puesto el foco mediático sobre esta cuestión tan crucial como frecuentemente olvidada.
En este blog hablamos mucho de la importancia del cuidado personal, de la salud y de la autoestima. Temas todos ellos que, si bien guardan relación con el aspecto físico, no pueden desvincularse de su vertiente psicológica. Por ello, hoy toca hablar de la salud mental y la importancia de su cuidado.
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¿Salud mental es simplemente «estar bien»?
No, entender la salud mental como la ausencia de enfermedad es un error que cometemos habitualmente. La salud mental, igual que la física, es un crisol mucho más amplio y lleno de matices que un llano estar bien o mal. La OMS (Organización Mundial de la Salud) define «salud» como el estado de completo bienestar físico, mental y social; no sólo a la ausencia de afecciones o trastornos. Siguiendo esta línea, la salud mental se puede entender como el estado pleno de bienestar emocional, psicológico y social.
Es decir, hablamos de la manera en que pensamos, sentimos e interactuamos con la realidad. Afecta a cómo interpretamos el mundo que nos rodea, a cómo nos relacionamos con los demás y cómo tomamos las decisiones. Es un elemento esencial que configura quién y cómo somos, y nos comportamos, desde la niñez más temprana hasta el final de nuestros días. Es, por tanto, un bien esencial que debemos proteger, cuidar y cultivar en aras de tener una vida plena y feliz.
¿Qué se consideran enfermedades mentales?
Teniendo en cuenta lo expuesto en el apartado anterior, podemos deducir que las enfermedades mentales son un problema capaz de alterar nuestra forma de pensar, nuestro estado de ánimo, nuestro comportamiento y hasta la propia percepción de la realidad. Existen múltiples trastornos con diferentes grados de afectación, síntomas y consecuencias. Determinadas enfermedades mentales resultan completamente impedientes, pero otras, más frecuentes, pueden pasar desapercibidas al mismo tiempo que dificultan la vida de quienes las padecen.
Muchos de estos trastornos son tratables. Con la adecuada atención psicológica y/o psiquiátrica, las personas que los sufren pueden llevar una vida normal e incluso, en algunos casos, recuperarse por completo. Por lo tanto, visibilizar esta realidad y eliminar el estigma que la rodea es esencial para evitar que se siga sufriendo en silencio, sin pedir ayuda ni buscar un tratamiento adecuado.
¿Qué puede alterar nuestra salud mental?
A pesar de los enormes avances, por desgracia nuestro conocimiento sobre la salud mental sigue teniendo ciertas lagunas. Aún nos quedan preguntas sin respuesta sobre el funcionamiento de nuestro cerebro y sus conexiones, pero sí sabemos qué factores pueden contribuir negativamente a alterar la salud mental. Entre otros, podemos señalar los siguientes:
- Factores biológicos, como los genes o la química del cerebro
- Experiencias de vida, como trauma o abuso
- Antecedentes familiares de problemas de salud mental
- Su estilo de vida, como la dieta, actividad física y consumo de sustancias
¿Qué señales nos pueden alertar sobre un trastorno?
Los problemas de salud mental son difíciles de detectar. Al desconocimiento y el silencio que les rodea se une que, tanto para la propia persona que los padece como para su entorno, puede resultar complejo diferenciar las alteraciones emocionales de una afección más grave. Por ello, conocer los signos y síntomas de advertencia nos puede resultar muy útil para identificar un problema de salud mental lo antes posible:
- Cambios en sus hábitos alimenticios o de sueño.
- Aislarse de las personas y actividades que disfruta.
- Tener nada o poca energía.
- Sentirse vacío o como si nada importara.
- Tener dolores y molestias inexplicables.
- Sentirse impotente o sin esperanza.
- Fumar, beber o usar drogas más de lo habitual.
- Sentirse inusualmente confundido, olvidadizo, enojado, molesto, preocupado o asustado.
- Tener cambios de humor severos que causen problemas en sus relaciones.
- Tener pensamientos y recuerdos que no puede sacar de su cabeza.
- Escuchar voces o creer cosas que no son ciertas.
- Pensar en lastimarse a sí mismo o a otros.
- No poder realizar tareas diarias como cuidar a sus hijos o ir al trabajo o la escuela.
La importancia de prestar atención a la salud mental de los hombres
Ser hombre en el mundo actual supone convivir con ciertos privilegios y cargas que aún se resisten a desparecer. Entre estas últimas se encuentran valores e ideas tradicionalmente asociados a la masculinidad, como la resistencia a expresar emociones o el miedo a mostrar debilidad o vulnerabilidad. Muchos hombres han sido educados así, lo que supone un flaco favor a la hora de cuidar su propia salud mental. El paradigma masculino tradicional nos enseña a ocultar los sentimientos, a camuflar la debilidad y a sufrir en silencio.
Romper con esta dinámica tóxica es absolutamente necesario si queremos aspirar a un mayor bienestar y felicidad. Hay que poner sobre la palestra y normalizar la salud mental, hablar de ello y perder el respeto a mostrar debilidad. Los hombres también tenemos emociones, miedos y frustraciones. Y debemos hablar de ellas, comunicarnos y pedir ayuda cuando la necesitemos. No poder con todo no nos hace menos hombres.
¿Qué debo hacer si creo que tengo un problema de salud mental?
Pedir ayuda. Sin tapujos ni complejos. Comunicar que no nos sentimos bien y buscar ayuda para salir del bache. Existen múltiples terapias y tratamientos que nos pueden ayudar de una forma u otra. Lo esencial es no callárselo y buscar ayuda profesional.